Treinta años sin el muro

(Para Tiziano Ciocchetti)
10/11/19

El 9 noviembre del 1989 cayó el Muro de Berlín y con él los regímenes comunistas de Europa del Este.

En esa fecha, la República Democrática de Alemania (DDR), que tenía muy poco como demócrata, tenía alrededor de su 170.000 militar en armas, pero en su territorio albergaba a casi soldados extranjeros 400.000.

La ciudad de Berlín, dividida en cuatro partes, representaba el emblema y el punto crítico de la confrontación entre los dos Bloques.

Los soviéticos tenían grandes fuerzas en la RDA y la OTAN mantuvo la brecha de Fulda bajo control, de lo cual los analistas militares occidentales temían que llegaran las divisiones blindadas del Pacto de Varsovia. Como notamos más tarde, los tanques de Moscú no estaban tan avanzados como algunos pensaban, pero había planes precisos para la invasión de Europa occidental.

Il muro de defensa antifascista (así lo definió la propaganda comunista), que para 220 km rodeaba los sectores que no estaban bajo el control soviético de Berlín, era una herida profunda, emblema de un mundo de oposición también hecho de confrontación nuclear. Su función no era contra el fascismo, sino que tenía como objetivo evitar que los ciudadanos de Alemania Oriental pasaran a Occidente, como fue el caso de todos los países en la órbita de Moscú.

Comenzó a construir en el 1961, aumentó progresivamente con toda una serie de obstáculos, fue cubierto con la sangre de los muchos que habían perdido la vida tratando de cruzarlo, asesinado por el Vopos la despiadada policía fronteriza de la RDA.

Parecía que el status quo debería durar para siempre, pero luego llegó el 1989. En junio hubo un gran levantamiento en Beijing, reprimido por el régimen comunista en sangre (que pocos han recordado este año), luego se produjo el colapso del Muro de Berlín, demolido junto con las dictaduras comunistas de Europa del Este. Todo sin derramamiento de sangre, como si fuera inevitable. El régimen de Ceauşescu en Rumania hizo una excepción el absurdo Yugoslavia, que era comunista pero fuera del Pacto de Varsovia, tanto que Belgrado estaba lista para defenderse de su agresión.

La agonía del régimen de Ceauşescu, disparada con su esposa contra una pared, fue muy breve, mientras que para Yugoslavia, una entidad artificial, le llevó años de sangrientas guerras civiles.

En el 1991, la Unión Soviética también se desintegró, con una serie de conflictos muy pesados ​​que nos arrastraron a nuestros días.

Para la Europa con la que se soñaba, era una oportunidad única, parcialmente desperdiciada (si acaso) por burócratas y financieros que la condicionaron fuertemente.

El peligro de una guerra destructiva se erradicó por completo, permitiendo la reducción de los gastos militares, incluso si uno tenía que darse cuenta de que las amenazas aún existían.

Berlín, con su asedio al 1948 (resuelto con un impresionante puente aéreo) y su muro injusto, significa que los principios de libertad y democracia deben defenderse a toda costa.

Foto: Bundesarchiv / Luo Shaoyang