¿Hay democracia sin ciberseguridad?

(Para Carlo mauceli)
17/10/22

"Si queremos que todo siga como está, todo debe cambiar". Así hablaba Tancredi Falconeri en "Il Gattopardo" dirigiéndose a su tío, príncipe de Salina, escéptico ante la elección de su sobrino de alistarse entre los Garibaldi. Es fácil comprender que Tancredi quisiera indicarle a su tío cuál era la mejor estrategia para conservar feudos y privilegios aún al final de aquella revolución. Especialmente los privilegios que en última instancia eran más útiles que el propio poder económico.

El concepto puede extenderse al poder en general ya quienes lo detentan. Y es una estrategia que se adopta en muchas áreas. Incluso a través de la política, quien detenta el poder real, el económico, conviene fomentar incluso cambios radicales en la forma, en los aspectos externos, en todo lo que no puede rayar sustancialmente su propio poder.

“Si queremos que todo siga como está, todo tiene que cambiar” es una frase que, vista más de cerca, esconde un doble sentido, tan vivo hoy en día. Si queremos salvarnos, se necesita un cambio. Pero el cambio no tiene por qué darse: no viene de fuera. Todo debe permanecer como está si queremos que todo cambie..

Creo que este íncipit, quizás de forma un tanto extrema, también se puede aplicar a las ciberamenazas que están muy ligadas a la capacidad de cambio de quienes las sufren.

En nuestro mundo digital es cierto que todo ha cambiado, sobre todo en lo que respecta a la tecnología, la sofisticación de los ataques, las ciberarmas pero, en definitiva, no cambiar nada. De hecho, los vectores de ataque se repiten, el daño cambia de forma pero no de fondo y la arena en la que luchas siempre ve una gran desproporción entre el número de atacantes y el de defensores.

Hay una razón por la cual el cibercrimen está cada vez más en la agenda.

No es solo por la creciente dependencia de la sociedad en tecnologías vulnerables, y no es solo porque los periodistas, políticos e instituciones poderosas son cada vez más el objetivo de los ciberdelincuentes. El cibercrimen se ha disparado gracias a la convergencia de los grupos de hackers más poderosos del mundo.

Desde el cambio de milenio, un intercambio de herramientas y tácticas entre estos delincuentes que operan en las sombras ha dado lugar a la amenaza tecnológica que vemos hoy y el ciberdelito se ha convertido en un peligro omnipresente.

Por supuesto, a medida que nuestra sociedad se mueve en línea, los objetivos se han convertido en los servicios esenciales en los que todos confiamos: hospitales, centrales eléctricas, medios de comunicación y juicios políticos.

Hay tres fuerzas que impulsan esta nueva ola de ataques:

  • bandas organizadas de ciberdelincuentes,
  • movimientos "hacktivistas" y...
  • piratas informáticos vinculados a los estados nacionales.

El crimen organizado ha existido desde los albores de la piratería cibernética y ahora está profundamente arraigado, ya que obviamente es más seguro para sus miembros robar a personas e instituciones virtualmente que en persona.

Sus tácticas siguen un modelo basado en altos volúmenes y bajos márgenes.

Si logran robar $ 5 de un millón de personas, es posible que las víctimas ni siquiera se den cuenta, pero los piratas informáticos aún habrán robado $ 5 millones. Todo esto ha generado una industria sofisticada que hoy mueve un negocio colosal.

Aunque los grupos hacktivistas comenzaron como movimientos de protesta en línea, los ciberdelincuentes adoptaron rápidamente sus tácticas y hoy en día otros los están explotando con fines más cínicos y turbios. Su capacidad para hacer publicidad y obtener apoyo público ha tenido efectos desastrosos en sus víctimas, que han visto arruinada su reputación corporativa y cuyas empresas, en algunos casos, han sido completamente destruidas..

Quizás lo más preocupante de todo es que los estados nacionales se están aprovechando cada vez más de esto al agregar equipos de piratas informáticos al arsenal de armas disponibles para sus instalaciones militares y de inteligencia. No se trata de operaciones ilegales, bajo la mesa, sino de equipos altamente calificados, profesionales y bien financiados. En el pasado, su trabajo a menudo estaba oculto y dirigido a objetivos muy específicos. Sin embargo, las cosas han cambiado desde entonces y en las últimas décadas han surgido estos tres grupos cuya influencia se ha vuelto decisiva a medida que los seres humanos están cada vez más conectados entre sí y dependientes de la tecnología. Ahora sus respectivos mundos están comenzando a fusionarse.

El crimen organizado ha adoptado las poderosas técnicas de hacker de los estados nacionales.

Los hacktivistas han llegado a realizar ataques indistinguibles de los del crimen organizado.

Los estados nacionales han explotado las tácticas hacktivistas de humillación pública, así como las herramientas devastadoras y, a menudo, indiscriminadas de los estafadores en línea.

El término "delito cibernético" alguna vez se asoció con el fraude de tarjetas de crédito y el robo de bancos en línea.

Hoy podemos decir que el cibercrimen ya no es solo dinero: en algunos casos se está vulnerando el propio tejido social.

Por lo tanto, la seguridad cibernética no es solo un problema técnico, sino que es inevitablemente parte de una conversación social y política más amplia, tanto que sería absolutamente necesario desarrollar campañas de concientización y cursos de capacitación específicos, ofrecidos por los gobiernos de forma gratuita.

Dada la omnipresencia de las herramientas y tecnologías digitales, es apropiado promover iniciativas de concientización sobre ciberseguridad dirigidas a todos los grupos de edad. Las personas que pueden estar particularmente expuestas (como los periodistas) deben recibir capacitación y recursos adicionales.

Necesitamos una estrategia de ciberseguridad más amplia y políticamente más consciente que vaya más allá de la infraestructura crítica y los problemas técnicos porque nunca debemos olvidar que no hay democracia sin ciberseguridad.

Imágenes: fotograma de la película "Il Gattopardo" de 1963 / CLUSIT