¿Podría un ciberataque desencadenar una guerra mundial?

(Para Avv. Marco Valerio Verni)
01/03/22

En estos días de guerra entre Rusia y Ucrania mucho se ha escrito sobre los posibles escenarios que podrían desarrollarse incluyendo, ante todo, una intervención de la OTAN en defensa del segundo de los estados mencionados.

Por el momento, tal opción parecería excluida, tanto porque el país liderado por Zelensky no forma parte del foro Atlántico, excluyendo así una intervención de los estados adheridos a él en su defensa (que, de otro modo, habría sido posible en el teniendo en cuenta el artículo 5 del Tratado pertinente1), y porque, en todo caso, las vías que nos gustaría preferir serían las de las sanciones (ya implementadas) y, aunque actualmente muy complicadas, de la diplomacia, así como la última y la buscada hasta la fecha.

De lo contrario, de hecho, si se pudiera evaluar una respuesta armada y se decidiera esta solución, es claro que se correría el riesgo de entrar en una guerra que tendría consecuencias desastrosas, dada la naturaleza y tipo de armamento que poseen los ejércitos que vendría a oponerse militarmente.

Hacer predicciones en este sentido es ciertamente difícil, especialmente después de la decisión de Putin de invadir Ucrania: un escenario posible, ciertamente hasta hace unos días, pero considerado improbable por muchos, dados los argumentos desarrollados, según los cuales el líder ruso habría sido capaz de obtener ya varias ventajas de haber obligado en todo caso, con la mera amenaza de guerra, acompañada de movimientos reales en este sentido de sus fuerzas, a varios líderes mundiales a sentarse a la mesa de negociaciones.

La razón sugeriría que, dado el escenario actual, para el Kremlin, atacar directamente a otro estado perteneciente a la OTAN, significaría permitirle a esta última poder evaluar lo que en este momento, precisamente, sería imposible (es decir, la intervención directa en las hostilidades). ) y se encuentran contra, concretamente, diferentes naciones.

Pero el peligro de que todo pueda caer está, como dicen, a la vuelta de la esquina, sobre todo porque lo que también correría el riesgo de desencadenar lo imponderable podría derivar de una amenaza tan invisible como igualmente peligrosa frente a una acción militar "clásica". .: es decir, un ataque cibernético.

De hecho, ahora es indiscutible que, según la doctrina de la OTAN, tal ataque (es decir, cibernético) contra uno de sus miembros, precisamente porque es potencialmente capaz de causar daños comparables a los de un ataque armado cinético o "tradicional", puede equipararse a ella y, por tanto, legitimar la defensa colectiva establecida por el art. 5 de su Tratado, mencionado anteriormente: ya al final de la Cumbre de Gales, en 2014, de hecho, los Jefes de Estado y de Gobierno del Pacto Atlántico habían coincidido en la conveniencia de extender la aplicación de la cláusula de solidaridad prevista por la citada ley también al ciberespacio, y dos años más tarde, en la cumbre de Varsovia de 2016, se decidió elevar el ciberespacio a un dominio operativo, equiparándolo a otros dominios militares convencionales).

Pues bien, uno de los principales problemas de los ciberataques es la atribución de su paternidad, cuya comprobación es necesaria, por supuesto, para asegurarse de acertar, pues, en caso de reacción, a la persona que realmente la ha realizado. ordenó, al tiempo que ofrece evidencia suficiente para legitimar la mencionada (reacción) a la vista del público.

Al respecto, en un estudio del IAI - Istituto Affari Internazionali, se observó que “(…) Dada la falta de información y evidencia física y la extrema maniobrabilidad de los datos virtuales, la certeza sobre la autoría de ciertos ataques es casi imposible de lograr. Al menos el objetivo es dotarse de habilidades tecnológicas para comprender si existe una alta probabilidad de que el ataque provenga de una fuente determinada, luego de lo cual se necesita voluntad política para hacer valer una responsabilidad ajena y adoptar las medidas correspondientes en función de la propia postura. de disuasión y defensa. Más allá de los diversos procedimientos a nivel nacional, la atribución de un atentado sigue siendo una decisión puramente política”2.

En estas circunstancias, es claro el peligro de que, neto de un ataque premeditado realizado directamente por un Estado de manera "oficial", resida en que éste pueda, por el contrario, ser preparado y lanzado de manera fraudulenta por quienes han un interés en crear una desestabilización o, peor aún, una guerra a gran escala, de hecho: pensemos, por ejemplo, en alguna organización terrorista o, por qué no, en alguna agencia de inteligencia que, con la debida experiencia, inicie deliberadamente un ataque de este tipo contra un Estado, miembro de la OTAN, de tal manera que parezca que se origina en otro Estado al que intencionalmente se debe culpar por completo.

Una posibilidad, quizás remota -pero quién sabe-, con la que hoy debemos lidiar y que podría darse en cualquier situación de grave crisis, sin escenario excluido.

1 Las partes acuerdan que un ataque armado contra una o más de ellas en Europa o América del Norte será considerado como un ataque directo contra todas las partes y, en consecuencia, acuerdan que si tal ataque ocurre, cada una de ellas, en ejercicio del derecho de legítima defensa individual o colectiva, reconocida por el art. 51 de la Carta de las Naciones Unidas, asistirá a la parte o partes atacadas tomando inmediatamente, individualmente y en concierto con las demás partes, las medidas que estime necesarias, incluido el uso de la fuerza armada, para restablecer y mantener la seguridad en la Región del Atlántico Norte. Cualquier ataque armado de este tipo y todas las medidas adoptadas como resultado del mismo se señalarán inmediatamente a la atención del Consejo de Seguridad. Estas medidas terminarán cuando el Consejo de Seguridad haya tomado las medidas necesarias para restablecer y mantener la paz y la seguridad internacionales.

2 “Italia y la ciberdefensa”, de Alessandro Marrone, Ester Sabatino y Ottavia Credi, p. 38.

Foto: Departamento de Energía de los Estados Unidos