Yasmina Khadra: La última noche del Rais

Yasmina Khadra
Sellerio Editore, Palermo 2015
pagg.162

Ellos son Muammar Gaddafi, el mito hecho hombre. Si hay menos estrellas en el cielo de Sirte esta noche, y si mi luna se ve tan pequeña como una uña, es porque sigo siendo la única estrella que cuenta.

Tal vez todo en esta frase la esencia de este libro donde Yasmina Khadra, seudónimo femenino de Mohamed Moulessehoul escritor, trata de identificar con el Rais durante su última noche, que pasó entre el 19 20 2011 y octubre escondido en una El búnker de Sirte. Los recuerdos de la infancia, de su adolescencia y de la conquista del poder lo envuelven. Para los fieles, que permanecen con él hasta el final, siempre es el hermano Guía. Y él está tan cegado por su omnipotencia y su orgullo, negándose a creer que el fin es inminente.

Me niego a creer que las campanas de los cruzados nos parezcan muertos, el musulmán iluminado que siempre ha prevalecido sobre las infamias y las tramas, y que el peligro seguirá aquí una vez más. La protesta de hoy, este simulacro de insurrección, esta guerra chapucera librada contra mi leyenda, es solo un paso difícil en mi hoja de viaje. ¿No son las pruebas para forjar a los dioses?

No puede concebir que esas personas nómadas cubiertas de polvo, que él había liberado y envidiado, pudieran volverse contra él.

La furia que inventa el cuadrado es una degeneración, una infamia, un sacrilegio. Una increíble prueba de ingratitud.

Vivió como un niño, en la pobreza, tan sumergido en su saliva soñando con una pierna de pollo, una vez que ganó el poder, decidió vivir en el lujo, para poder despreciar y demostrando así que ningún artefacto precioso merece ser santificado, que ningún Grial puede elevar un sorbo de vino al rango de poción mágica. Ya sea que estés vestido con harapos o seda, quédate lo que eres ... Y yo soy Gaddafi, sin importar cuán soberano, sentado en un trono o en una acera.

Un retrato, pintado por el autor, de un hombre lúcido y loco al mismo tiempo. La niebla de orgullo y sed de poder, que oscureció su visión, comienza a diluirse solo cuando escucha que se acerca el final. Sólo entonces se da cuenta de que un soberano no puede tener amigos, solo está rodeado por los enemigos que traman detrás de él, y por serpientes oportunistas que se crían en el interior. Solo entonces se da cuenta de que la gente es una canción de sirena. Su fervor crea una adicción perniciosa. Es el vicio por excelencia de los egos exaltados, su nirvana de una noche y su perdición programada. Y esa gente, que lo había aclamado, ahora estaba representada por mil monos aulladores, bocas blanquecinas que ladraban, ojos inyectados en sangre, manos tratando de aplastarlo.

El Rais, narrador, describe esos momentos en los más pequeños detalles, incluso los más brutales, hasta su muerte y su transfiguración.

He pasado la etapa de los hombres, de estos seres peritos, llenos de orgullo y errores. Yo heredo mi envoltura carnal como un manojo donde se encuentran sus propias miserias, y, libre de miedos y limitaciones, me preparo para volar al cielo eterno, con los pecados lavados en mi sangre, expiados en mi último aliento. , ya que muero como mártir para renacer en la leyenda. Ya no soy el Rais, soy un profeta; la derrota es mi fertilizante: en el futuro creceré fuera de control excediendo los picos de la montaña en altura.

Y su alma se separa del cuerpo.

Gianlorenzo Capano