Crisis indo-pakistaní 2025: Anatomía de una escalada geopolítica en el subcontinente nuclear

(Para Claudio Verzola)
25/04/25

La reciente crisis entre India y Pakistán, desencadenada por el ataque terrorista en Pahalgam, en la Cachemira administrada por la India, el martes 22 de abril, representa uno de los momentos más críticos en las relaciones entre las dos potencias nucleares del sur de Asia en los últimos años. Este episodio se desarrolla en un contexto histórico de rivalidad estratificada, pero introduce elementos de especial preocupación para el equilibrio regional y global.

El ataque terrorista en el valle de Baisaran, cerca de Pahalgam, ha causado 26 víctimas civiles (en su mayoría turistas) y ha sido reclamado por la Frente de Resistencia (TRF), organización en la sombra de Lashkar-e-Taiba (LeT).

La propia génesis del TRF, formado en 2019 tras la derogación del Artículo 370, revela la estrategia de Pakistán de dar un carácter aparentemente "local" y "secular" a la militancia en Cachemira, eludiendo así la atención de organismos internacionales como el Grupo de Acción Financiera (GAFI).

Según las autoridades indias, el ataque fue orquestado directamente por Hafiz Saeed, el cerebro de los atentados de Mumbai de 2008 y una figura destacada del terrorismo transnacional en el subcontinente. (En la foto aparece Saifullah Kasuri, comandante y su colaborador cercano). Esta narrativa se inscribe en la continuidad de las acusaciones indias respecto del apoyo estructural que elInteligencia entre servicios (ISI) Pakistán está suministrando material a grupos militantes que operan en Cachemira.

La respuesta diplomática india ha adquirido características excepcionalmente graves.. La suspensión del Tratado de las Aguas del Indo de 1960 –un acuerdo que ha sobrevivido a cuatro conflictos armados– marca un punto de inflexión particularmente significativo. Este tratado, piedra angular de la coexistencia pragmática entre los dos Estados, ha garantizado la gestión compartida de recursos hídricos vitales para ambos países durante más de seis décadas.

Pakistán respondió calificando de grave cualquier interrupción en el suministro de agua. "un acto de guerra", destacando cómo la cuestión del agua en el subcontinente indio no es meramente técnica, sino intrínsecamente geopolítica. El cierre mutuo de fronteras terrestres, la reducción del personal diplomático y la expulsión de agregados militares configuran un panorama de relaciones bilaterales en su nivel más bajo de todos los tiempos.

De particular importancia es la amenaza de Pakistán de suspender laAcuerdo de Simla de 1972, la base jurídica de las relaciones bilaterales posteriores al conflicto de 1971. Este elemento señala la voluntad de Islamabad de reconsiderar los fundamentos mismos de la arquitectura diplomática indo-paquistaní.

Los paralelismos con los acontecimientos de 2019 surgen claramente en el análisis de la situación actual. Tras el ataque de Pulwama, India realizó ataques aéreos en Balakot, en el norte de Pakistán, marcando el inicio de una nueva fase en la gestión de crisis bilateral. La reacción paquistaní, que resultó en el derribo de un avión indio, constituyó uno de los episodios más arriesgados en la historia reciente de ambos países.

Las declaraciones del Ministro de Defensa indio, Rajnath Singh, sobre una "respuesta enérgica" y la intención de atacar no sólo a los perpetradores sino también a los cerebros "entre bastidores" describen la posibilidad de una acción militar india. Esta perspectiva se enmarca en la creciente asertividad estratégica de la India, en consonancia con su política de "tolerancia cero" frente al terrorismo.

Por otra parte, Pakistán ha declarado que es "Listos para cualquier desventura india", refiriéndose a la capacidad de responder "con toda la fuerza posible a través de todo el espectro del poder nacional" - una referencia velada pero inequívoca a su arsenal nuclear.

Triangulación estratégica: Estados Unidos, China y el equilibrio regional

La crisis se desarrolla en un contexto geopolítico particularmente complejo. La visita del vicepresidente estadounidense J.D. Vance a la India, coincidiendo con el atentado, adquiere importantes connotaciones simbólicas. Las declaraciones oficiales estadounidenses de apoyo a la India reflejan la continuidad de la alineación estratégica Washington-Nueva Delhi, funcional para contener la influencia china en la región.

Paralelamente, el desafío chino es un factor determinante en las consideraciones estratégicas indias. Como han señalado algunos analistas, India se enfrenta a un desafío más serio por parte de China que en 2019, un elemento que podría llevar a una calibración cautelosa de la respuesta militar india.

China, aliado estratégico de Pakistán y rival regional de la India, surge como un actor potencialmente decisivo en la evolución de la crisis. El pequeño enfrentamiento en la frontera chino-india de junio de 2020 sienta un precedente importante y añade complejidad al ya complejo panorama del sur de Asia.

La configuración actual de las relaciones indo-pakistaníes presenta riesgos significativos de escalada. La adopción mutua de medidas de represalia ha generado una espiral de hostilidad que podría salirse de control. La suspensión del Tratado de las Aguas del Indo, en particular, corre el riesgo de comprometer el acceso de Pakistán a recursos vitales, creando las condiciones para una mayor escalada de la confrontación.

Sin embargo, también surgen posibles aperturas diplomáticas. Como lo sugirió el ex enviado paquistaní a Nueva Delhi, Salman Bashir, un "gran gesto" como una visita del Primer Ministro Sharif a la India podría ser un paso significativo hacia el restablecimiento del diálogo. La constatación de que "el péndulo ha oscilado demasiado" podría impulsar la búsqueda de canales diplomáticos informales.

La complejidad de la situación se ve acentuada por la dimensión interna, con la opinión pública india fuertemente orientada hacia una respuesta decisiva y Pakistán inmerso en una fase compleja de estabilización política interna. Esta interdependencia entre la dinámica interna y externa crea un panorama particularmente volátil.

La crisis indo-pakistaní de 2025 representa un paradigma de la complejidad geopolítica del siglo XXI. La combinación del terrorismo transnacional, la competencia estratégica regional, la gestión de recursos naturales compartidos y la disuasión nuclear crea un escenario de extraordinaria densidad analítica.

La situación pone de relieve las limitaciones estructurales de la arquitectura de seguridad regional y global, incapaz de prevenir y gestionar eficazmente crisis de esta naturaleza. El riesgo de una escalada descontrolada entre las potencias nucleares plantea cuestiones fundamentales sobre la gobernanza de la seguridad internacional en la era contemporánea.

En este contexto, encontrar un equilibrio entre asertividad estratégica y prudencia diplomática representa el desafío fundamental para ambos actores. La capacidad de activar canales de comunicación, formales o informales, y recalibrar la gestión de crisis dentro de parámetros de riesgo aceptables será la prueba decisiva para el liderazgo de Nueva Delhi e Islamabad en las próximas semanas.

La crisis indo-pakistaní no es, por tanto, meramente una cuestión bilateral, sino un laboratorio de la dinámica geopolítica contemporánea, cuyos resultados contribuirán a definir los parámetros de la seguridad global en los próximos años.

¿Qué es el Frente de Resistencia (FRR)? Anatomía de un grupo terrorista de nueva generación

En el análisis de la crisis indo-pakistaní merece especial atención lo siguiente: Frente de Resistencia (El Frente de Resistencia - TRF), una organización que se atribuyó la responsabilidad del ataque de Pahalgam y que representa una innovación significativa en el ecosistema terrorista de Cachemira.

Il Frente de Resistencia Surgió en octubre de 2019, en respuesta directa a la derogación del artículo 370 de la Constitución de la India y la reorganización territorial de Jammu y Cachemira. Su nacimiento marca un punto de inflexión en la evolución del terrorismo en la región, representando una respuesta estratégica a las cambiantes condiciones políticas.

Inicialmente una entidad en gran parte virtual, la TRF desarrolló rápidamente capacidades operativas sobre el terreno, integrando elementos de organizaciones preexistentes como Tehreek-e-Millat Islamia y Ghaznavi Hind. Esta transición de lo digital a lo físico ilustra la flexibilidad táctica del grupo y su capacidad para adaptarse a los nuevos desafíos de seguridad.

La particularidad fundamental del TRF reside en su naturaleza híbrida: si bien es esencialmente una proyección operativa del Lashkar-e-Taiba (LeT), fue concebido para presentarse como una entidad indígena, desvinculada de connotaciones religiosas explícitas. Esta estrategia de cambio de marca responde a la necesidad de evadir la atención internacional y reformular la narrativa de la insurgencia de Cachemira de una manera más “secular” e “indígena”.

Estructura organizacional y liderazgo

La estructura de mando del TRF es deliberadamente opaca, respondiendo a la necesidad de proteger a sus líderes y mantener conexiones débiles con la red terrorista más amplia. El jeque Sajjad Gul, designado como terrorista según la UAPA (Ley de Prevención de Actividades Ilícitas), es considerado el comandante operativo del grupo, pero la cadena de mando real pasa por la dirección de LeT y, según las autoridades indias, recibe directivas directas de Hafiz Saeed.

Il modus operandi La estrategia del grupo implica el uso de pequeñas células, con un núcleo de operativos extranjeros (principalmente paquistaníes) apoyados por una red de facilitadores locales. Esta configuración permite combinar la experiencia militante transnacional con el conocimiento del terreno y el apoyo logístico local, asegurando la efectividad operativa y la resiliencia organizacional.

La capacidad de movilizar recursos humanos, logísticos y de información demuestra un nivel sofisticado de planificación y coordinación. El ataque de Pahalgam, que implicó incursiones simultáneas en tres lugares diferentes, demuestra una capacidad táctica avanzada y una disciplina operativa significativa.

Acciones y operaciones previas

Antes del ataque de Pahalgam, el TRF ya había sido responsable de varias operaciones de alto perfil en Cachemira. En particular, el grupo ha estado vinculado a:

De particular interés fue la presunta participación del grupo en los ataques de Sonamarg, donde seis trabajadores y un médico murieron durante la construcción de un túnel, y los ataques de Boota Pathri, que dejaron cuatro personas muertas, incluidos dos miembros del ejército indio.

La progresión operativa del TRF muestra una escalada cualitativa y cuantitativa, con un cambio gradual desde ataques selectivos de baja intensidad hacia operaciones más complejas y letales, que culminaron en el ataque de Pahalgam.

Financiación y apoyo externo

El aspecto más controvertido y geopolíticamente relevante se refiere a las fuentes de apoyo y financiación del TRF. Según funcionarios indios, el grupo recibe apoyo directo del Servicio de Inteligencia Interservicios (ISI) de Pakistán, que orquestó su creación como herramienta para la "guerra por poderes" en la región.

Los mecanismos de financiamiento y apoyo logístico seguirían los canales establecidos:

La sofisticación de los ataques, el acceso a armamento avanzado y la capacidad de llevar a cabo operaciones complejas sugieren un nivel de apoyo profesional que trasciende las capacidades de una organización puramente indígena.

Ideológicamente, el TRF representa una evolución significativa respecto de los grupos yihadistas tradicionales como Jaish-e-Mohammed o el propio LeT. Su narrativa se centra en la resistencia al “cambio demográfico” en Cachemira más que en motivaciones explícitamente religiosas.

Sobre el ataque de Pahalgam, el grupo declaró: «Se han otorgado más de 85.000 domicilios a no residentes, lo que allana el camino para un cambio demográfico en Jammu y Cachemira, territorios ocupados por la India. Estos no residentes vienen haciéndose pasar por turistas, obtienen domicilios y empiezan a comportarse como si fueran dueños de la tierra».

Esta narrativa representa una adaptación estratégica a las condiciones políticas cambiadas después de 2019 y un intento de aprovechar las preocupaciones generalizadas entre la población de Cachemira sobre los posibles cambios demográficos.

El uso de términos como "Frente de Resistencia" refleja una estrategia de comunicación consciente, orientada a alinearse con los movimientos de "resistencia" reconocidos globalmente y distanciarse de la etiqueta de "terrorismo". Este cambio de marca semántico va acompañado de un uso sofisticado de las redes sociales y de los canales de comunicación digitales, que permiten amplificar los mensajes, reivindicar ataques y captar apoyos.

El surgimiento y consolidación del TRF tiene implicaciones significativas para la seguridad de Cachemira y las relaciones indo-pakistaníes:

El TRF representa así no sólo una amenaza inmediata a la seguridad, sino un actor que impacta profundamente la dinámica geopolítica regional, constituyendo un ejemplo paradigmático de nuevas formas de terrorismo “híbrido” que combinan apoyo estatal externo, narrativas locales y tácticas adaptativas.

Su evolución futura podría ser indicativa de las trayectorias más amplias del conflicto de Cachemira y de las relaciones indo-pakistaníes, por lo que resulta crucial monitorear sus actividades y transformaciones en el volátil contexto del sur de Asia.