Italia, deberes y estrategia: una ventana de oportunidad geopolítica

16/04/25

En el contexto de una creciente fragmentación del orden económico mundial, la reciente suspensión temporal de los aranceles impuestos mutuamente entre Estados Unidos y la Unión Europea –anunciada en abril de 2025 por una duración de 90 días– marca un momento crucial. Mientras Washington mantiene una línea dura contra Pekín, Europa intenta reorganizarse para alcanzar un nuevo equilibrio. En este escenario dinámico, el posible encuentro entre Giorgia Meloni y Donald Trump, que podría tener lugar antes de cualquier otra consulta con los socios europeos, ofrece la oportunidad para una reflexión más amplia: ¿Qué papel puede desempeñar Italia en la reestructuración del equilibrio estratégico transatlántico?

Desde la presidencia de Obama, pasando por Trump, hasta la fase actual, la política económica exterior de Estados Unidos muestra una continuidad sustancial. El llamado «pivote hacia Asia» (Clinton, 2011) y la guerra comercial con China han revelado la voluntad de Washington de redefinir el orden global según parámetros más selectivos y estratégicos (Lighthizer, 2018). En este sentido, los aranceles representan una palanca para reequilibrar las relaciones comerciales y reafirmar la supremacía estadounidense en cadenas de suministro críticas, en línea con lo que observó Richard Haass sobre la evolución de un orden global cooperativo hacia una competencia sistémica entre potencias (Haass, 2020).

La guerra en Ucrania ha exacerbado las vulnerabilidades del modelo económico alemán, que depende en gran medida de la energía rusa y del mercado chino (Speck, 2022). Los aranceles estadounidenses golpean significativamente las exportaciones alemanas, abriendo espacio para el reposicionamiento estratégico de Italia. Mientras Francia adopta una retórica autonomista, pero sigue atada al atlantismo, Italia puede ahora proponerse como un mediador más pragmático y flexible.

En este contexto, Italia tiene la oportunidad de desempeñar un papel mediador entre Bruselas y Washington, pero también entre los países europeos más expuestos a los aranceles. Propuestas como un plan europeo de resiliencia industrial, incentivos coordinados y una defensa comercial común fortalecerían la posición de Italia dentro de la UE (Tocci, 2024).

Los derechos afectan aproximadamente a 4 millones de euros de exportaciones italianas, afectando a los sectores automovilístico, de mecánica de precisión, de moda y agroalimentario. En comparación, Alemania corre el riesgo de perder más de 120 millones de dólares en exportaciones. Francia se ve afectada en medida intermedia. Esto refuerza el papel potencial de Italia como interlocutor equilibrado entre el norte y el sur de Europa.

La perspectiva de que Giorgia Meloni sea la primera dirigente europea en reunirse con Donald Trump tras la suspensión de aranceles refuerza la hipótesis de un canal directo sobre los expedientes económicos e industriales. Italia puede beneficiarse de acuerdos bilaterales específicos con Estados Unidos en sectores estratégicos: energía, aeroespacial, defensa y agroalimentario altamente especializado. Además, una acción bilateral demasiado marcada podría dejar la puerta abierta a la explotación por parte de otros actores europeos, interesados ​​en redefinir los equilibrios de poder internos en la Unión. Por tanto, es esencial que Italia mantenga una postura transparente e inclusiva, capaz de integrar el diálogo con Washington en un marco europeo común, evitando la impresión de un desalineamiento oportunista..

Este posicionamiento bilateral plantea preguntas más amplias sobre el papel global de Italia en la redefinición de la arquitectura estratégica internacional. La posición geográfica de Italia y su proyección histórica en el Mediterráneo la hacen muy adecuada para actuar como puente entre Europa y Estados Unidos, pero también entre Occidente y regiones de fricción emergente, como el Norte de África y el gran Oriente Medio. En un sistema internacional cada vez más definido por bloques regionales, alianzas funcionales y competencia sistémica, Roma puede postularse para convertirse en un actor equilibrador, especialmente en cuestiones energéticas, africanas y de seguridad más amplias. En este contexto, la reflexión de Richard Haass sobre la crisis del orden multilateral clásico y el surgimiento de un mundo gobernado por intereses y coaliciones ad hoc es particularmente relevante. Según Haass (2020), el futuro de la política internacional no estará dominado por reglas compartidas, sino por acuerdos selectivos y temporales, en los que la capacidad de adaptación será decisiva.

Italia, por tanto, tendrá que ser capaz de navegar en este escenario con herramientas flexibles y multinivel, combinando la pertenencia a la Unión Europea con la construcción de relaciones bilaterales estratégicas de alto valor político, económico y militar. Sólo de esta manera podrá evitar la marginación y afirmar su propia centralidad geopolítica en un contexto que cambia rápidamente.

La crisis arancelaria no es sólo un desafío comercial, sino el reflejo de una redefinición de la soberanía de los Estados, que afecta tanto a la autonomía industrial como a la militar. En este contexto, el debate sobre el rearme europeo vuelve con fuerza, impulsado por la guerra en Ucrania, por la competencia global y por el cambio en la postura estratégica de Estados Unidos. En este contexto, se inserta la “Visión del Jefe del Estado Mayor del Ejército”, presentada recientemente por el general Carmine Masiello, que subraya la necesidad de un Ejército preparado, sostenible e integrado, el fortalecimiento de la capacidad de disuasión y de proyección, así como la sinergia con el sistema industrial nacional. La defensa ya no es separable de la dimensión económica: cualquier estrategia nacional coherente tendrá que combinar resiliencia industrial, soberanía tecnológica y una capacidad militar creíble (Masiello, 2024).

Como lo demuestran los precedentes históricos, la coordinación entre la ambición política y la capacidad militar es una condición esencial para una autonomía estratégica efectiva. Durante la presidencia de Reagan, Europa fue el blanco de políticas comerciales igualmente agresivas. La respuesta europea fue compacta, negociada y, en última instancia, eficaz. Más recientemente, Canadá y Japón han demostrado cómo es posible negociar con Estados Unidos de manera equilibrada, manteniendo al mismo tiempo la autonomía estratégica (Kupchan, 2002).

El contexto actual representa una ventana geopolítica para Italia. Si consigue actuar con lucidez, promoviendo una visión equilibrada entre la autonomía europea y la alianza atlántica, podrá reforzar su peso en los futuros equilibrios internacionales. Desde esta perspectiva, Italia podría proponerse como promotora de una iniciativa conjunta en el seno de la OTAN o del Consejo Europeo, destinada a estructurar una respuesta transatlántica coordinada a la redefinición del orden comercial global. Una propuesta de este tipo fortalecería la credibilidad internacional del país y consolidaría su posición como actor de conexión entre ambas orillas del Atlántico.

Andrea Lancioli (oficial y profesor de Historia Militar)

  

Notas y referencias

Clinton, H. (2011), 'El siglo del Pacífico de Estados Unidos', en Foreign Policy.

Lighthizer, R. (2018), Agenda de política comercial de Estados Unidos.

Haass, R. (2020), 'El mundo: una breve introducción', Penguin Press.

Speck, U. (2022), 'Zeitenwende: Hacia una nueva política alemana y europea sobre Rusia', en libmod.de.

Tocci, N. (2024), 'La gran incertidumbre. Navegando las contradicciones del desorden global', Instituto de Asuntos Internacionales (IAI).

Masiello, C. (2024), 'Visión del Jefe del Estado Mayor del Ejército Italiano', Estado Mayor del Ejército.

Kupchan, C. (2002), 'El fin de la era estadounidense: la política exterior de Estados Unidos y la geopolítica del siglo XXI', en Foreign Affairs.