Más manifestaciones violentas y muertes en Perú

(Para Antonio Lombardi)
09/03/23

Seis soldados se ahogaron mientras intentaban cruzar a nado el río Ilave para escapar de la ira de los manifestantes. Los militares intentaban llegar a la ciudad de Juli, cercana al lago Titicaca, para contener las violentas manifestaciones que exigían la renuncia del presidente1.

Los soldados inicialmente intentaron cruzar el río usando un puente pero, bloqueados por los manifestantes, se vieron obligados a buscar otro punto de cruce y quedaron atrapados en las heladas aguas.

Desde el 7 de diciembre, cuando el expresidente Pedro Castillo fue acusado y encarcelado tras intentar disolver el Congreso, Perú ha estado a merced de violentas manifestaciones que han provocado la muerte de 64 personas, 48 ​​de las cuales eran civiles.

La región de Puno, entre aquellas donde más fuerte es el llamado a la renuncia de la presidenta Dina Boluarte, el llamado a elecciones anticipadas y la liberación de Castillo, ha visto protestas particularmente intensas, entre ellas la del 9 de enero en la que participaron 18 civiles. El pasado domingo, de nuevo en Juli, al menos 18 personas, diez agentes y ocho civiles resultaron heridos en enfrentamientos entre simpatizantes del expresidente y las fuerzas de seguridad.

La situación sigue siendo muy caótica y, si bien la presidenta Dina Boluarte dijo hace un tiempo que la única explicación a estas continuas manifestaciones había que buscarlas en una obra de fuerzas malignas ocultas nacionales e incluso extranjeras, las motivaciones deben buscarse en lo profundo frustración con un sistema político corrupto e incumplidor. No sólo por tanto una simple lucha fraccional o de reivindicaciones sociales sino una constante preocupación por una deriva autoritaria de la política local. Aquí, peruanos de todos los ámbitos de la vida salieron a las calles arriesgando sus vidas por una democracia que ven amenazada por las mismas instituciones que deberían encarnarla.

Desde principios de la década de 90, Perú ha tenido una sucesión de presidentes que han minado la confianza de la gente.

En 1990, Alberto Fujimori, tras ganar las elecciones, emprendió una serie de reformas neoliberales que incluyeron la privatización de empresas y bienes públicos, un endurecimiento de la política monetaria y el fin de la participación estatal en la actividad privada. La fuerte oposición del Parlamento llevó a Fujimori a disolver el Congreso en 1992 y concentrar todo el poder en sus propias manos. En 1993 propuso uno nuevo que limitaba aún más el papel del Estado en la economía y reducía la legislatura a una sola cámara.

En 2000 fue reelegido y tras intensas manifestaciones en su contra y la difusión de videos que mostraban cómo su gobierno había sobornado a funcionarios, empresarios, militares, periodistas y miembros de la oposición, renunció y fue destituido del Congreso. Buscó refugio en Japón hasta que fue arrestado, extraditado y juzgado por crímenes contra la humanidad. En 2009, fue condenado por violaciones de derechos humanos por un tribunal nacional.

Después de él, cinco presidentes sucesivos de Perú han sido acusados ​​de corrupción durante o después de su mandato. 

En 2021 resultó elegido Pedro Castillo que, tras episodios de corrupción que también involucraron a miembros de su familia y con más de ochenta ministros alternados en su gobierno en menos de dos años, no resultó ser el político del cambio que todos esperaban. Luego de dos intentos fallidos para derrocarlo y mientras el Congreso preparaba un tercero para su derrocamiento, el 7 de diciembre del año pasado Castillo intentó un fallido autogolpe y terminó siendo arrestado.

Dina Boluarte, quien asumió la presidencia, encendió la indignación popular en particular por no haber convocado de inmediato a nuevas elecciones, confirmando en primera instancia las previstas para 2026. De momento, tras el rechazo del Congreso a la propuesta electoral anticipada presentada por la mandataria. la situación en este frente se ha estancado.

Durante los últimos tres meses, se han producido huelgas violentas y cortes de ruta en casi todo el Perú. Se ha declarado un estado de emergencia nacional, se han impuesto toques de queda en algunas ciudades y se han enviado militares para ayudar a la policía en algunas áreas. 

El presidente Boluarte ha definido estas protestas como vandálicas y terroristas, sin demonizarlas.

En un informe del lunes, un panel de expertos de Naciones Unidas expresó su profunda preocupación por las continuas denuncias de represión, asesinatos arbitrarios, arrestos, detenciones y desapariciones forzadas de manifestantes e instó a las autoridades peruanas a entablar un diálogo con la población para poner fin a la situación del país. Crisis política.

Los expertos reafirmaron la obligación del Estado de realizar investigaciones exhaustivas, oportunas, efectivas, imparciales e independientes sobre las presuntas violaciones de derechos humanos. Recordaron que se debe garantizar la rendición de cuentas por las violaciones a los derechos humanos cometidas durante las protestas.

1 reuters.com

Foto: Mayimbú