Rusia-Irán-Turquía: así es como se decide el futuro de Siria

(Para Giampiero Venturi)
27/12/16

Es bien sabido que Rusia e Irán se entendían bien. La alianza, que nunca ha sido ideológica, surge de la concreción, sobre la base de que un enemigo común es casi siempre la base de una amistad sólida. Todo comenzó con la deposición del Sha de Persia y con la expulsión de Teherán de Washington a fines de la década de 70. Desde el advenimiento de los ayatolás, siempre han sido rosas y flores, a pesar de grandes conmociones como el colapso de la URSS y el consiguiente reposicionamiento estratégico de Moscú: Rusia e Irán, gigantes del bloque euroasiático y gigantes petroleros, tienen demasiados intereses en común para no ir de la mano.

En Siria, las carreteras entre los dos países se han estado superponiendo durante décadas. El apoyo de la dinastía Assad en la función "antioccidental" de los rusos siempre ha encontrado una línea costera en el eje chiita que supervisa el coqueteo histórico entre Teherán y Damasco.

En la mesa de la troika Rusia-Irán-Turquía de la que tanto se habla en los últimos días, el extraño por lo tanto solo puede ser Turquía. Durante muchos meses, en Defensa en línea, monitoreamos la salud de las relaciones entre Ankara y Moscú y sin vacilar siempre hemos mantenido que el camino de la paz en Siria pasa precisamente desde Ankara.

Rusia, Irán y Turquía son los únicos poderes políticos y militares que los llamados países del Medio Oriente tienen botas en el suelo y son los únicos que irán a la mesa de negociación a cobrar los créditos devengados en sangre.

La participación de Rusia es muy conocida en las noticias. 

El de Irán aparentemente se ha mantenido más discreto, pero el apoyo brindado a Damasco tanto indirectamente a través de Hezbollah como directamente con el tributo de sangre que se paga en suelo sirio todos los días, ha sido nada menos que conspicuo: hay cientos de víctimas iraníes que en en silencio lucharon en los principales escenarios de la guerra, lo que a menudo tuvo un impacto decisivo en el resultado final.

Para Turquía, una discusión aparte vale la pena. 

Desplegado en el frente anti-Assad hasta finales de 2014, Erdogan comprendió a tiempo cómo cambiaba el viento. En lugar de ceñirse a una mesa atlántica (de la que es miembro de pleno derecho) destinada a actualizarse con el cambio de guardia en la Casa Blanca, se ha desviado en una línea pragmática. Después de errores y estragos en Siria a raíz del caos impuesto por Occidente, Ankara ha apuntado a sus intereses directos consciente de que sin su participación directa, el futuro de Damasco aún sería imposible. La apuesta de Erdogan era jugar a la reducción del papel que jugaba Estados Unidos, obligado a cerrar con un fracaso la parábola de los manantiales árabes, tan querida por la administración Obama. La afirmación de Trump para Ankara representa una gran victoria política, porque descarga sobre Washington la derrota del plan político en el que Turquía había invertido durante años: financiar una revuelta anti-Assad para redefinir el equilibrio de gran parte de Oriente Medio. Erdogan, varias veces al borde del abismo, sentado a la mesa con Rusia e Irán, salva cabras y coles: restablece el papel de liderazgo de Ankara en la región y evita pagar la cuenta por los errores cometidos desde 2011.

¿Qué va a pasar ahora?

Assad seguirá en el poder en un país presumiblemente menos fuerte (y territorialmente reducido) pero políticamente similar al de hace seis años.

Sobre esta base, la troika Rusia-Irán-Turquía contaba con pluma y papel.

Rusia tiene prisa por sacar provecho de las inversiones realizadas en Siria. El peso político en la región a través de la consolidación de la presencia militar será el aspecto más llamativo. En realidad, el crédito real ganado será esencialmente moral: la guerra contra el terrorismo ha contribuido a volver a pintar la imagen de Moscú a los ojos de la opinión pública occidental, lo que ha supuesto una gran victoria estratégica para Putin.

Irán, una vez que alcance el equilibrio en Siria, a su vez obtendrá la reducción del tamaño de la causa sunita, con un gran precio del eterno rival Arabia Saudita. En la comparación regional con Riad, Irán recogerá un "nada hecho" en el teatro sirio que realmente huele a gran victoria. A la espera de los frutos que vendrán de Yemen, Teherán no podría esperar nada mejor. A este respecto, la joya de los ayatolás ha sido recolectar el inusual apoyo de Egipto a sus políticas en el Medio Oriente, esenciales para romper el muro entre árabes y persas, para quienes Irán ha sido víctima durante décadas. 

Turquía, por su parte, está teniendo éxito en el juego de tres cartas. Como gran acusado en la guerra contra el terrorismo global, ingresará en la lista de países que resuelven la crisis. Con unos cientos de bajas (contando también a las víctimas de los ataques) logrará eliminar la amenaza kurda una vez más, presumiendo al mismo tiempo de nuevas relaciones con Moscú y apuntando a 2017 para el renacimiento de aquellos con Washington.

Rusos, otomanos, persas: uno diría que siempre son los bolígrafos más pesados ​​para escribir la historia. En este sentido, Israel no debe ser olvidado. Netanyahu es uno de los grandes demiurgos de los futuros arreglos de Siria (y de Medio Oriente). De un solo golpe y sin exponerse, logró deshacerse de la odiada administración de Obama, mantener a raya a Irán y mantener a un enemigo fácil, como la Siria de Assad. La previsión siempre da frutos.

(foto: web)