Casi cuatro años después de la caótica retirada de las tropas estadounidenses de Kabul, el Departamento de Defensa de Estados Unidos está lanzando una nueva investigación interna para arrojar plena luz sobre una de las páginas más controvertidas de la historia militar estadounidense reciente. Hoy, el Secretario de Defensa, Pete Hegseth, firmó un memorando dirigido a todo el liderazgo del Pentágono anunciando oficialmente la creación de un Panel de Revisión Especial Revisar a fondo lo ocurrido durante la evacuación de Afganistán. bajo la administración Biden.
El documento parte de un episodio simbólico y traumático: el atentado suicida del 26 de agosto de 2021 en la Puerta de la Abadía del aeropuerto de Kabul, que costó la vida a 13 soldados estadounidenses y 170 civiles afganos. Esa tragedia, subraya el memorando, representa “Uno de los momentos más oscuros y mortíferos de la historia internacional estadounidense” reciente.
A pesar de las investigaciones previas realizadas por el Pentágono, el Congreso y el Departamento de Estado, Hegseth denuncia la necesidad de una investigación "completa" que vaya más allá, reconstruyendo las decisiones, responsabilidades y silencios.
El lenguaje utilizado en el documento es claro: habla de “evento catastrófico” y del deber moral hacia los ciudadanos estadounidenses y hacia aquellos que tienen “sacrificó su juventud en Afganistán”. Lo que está en juego, según el secretario, está la confianza de la opinión pública y el honor de las Fuerzas Armadas. De ahí la creación de la Panel de Revisión Especial, dirigido por el asesor principal Sean Parnell (un veterano condecorado del ejército de EE. UU., autor y ex candidato político, ahora portavoz del Pentágono), encargado de revisar testimonios, documentos y decisiones críticas en una misión para restablecer la transparencia y la justicia.
Si bien el documento promete rigor e imparcialidad, también tiene un claro subtexto político: Hegseth menciona explícitamente su propio compromiso y el del expresidente Donald Trump. Para garantizar la transparencia total, trazando así una línea de demarcación con respecto a la anterior administración demócrata. La iniciativa parece ser también un acto político destinado a consolidar la narrativa de una “gestión fallida” de la retirada por parte de Joe Biden y sus líderes militares y diplomáticos.
¿En qué medida la desorganización fue resultado de errores de cálculo, retrasos operativos o subestimaciones de inteligencia? ¿El material bélico abandonado en el terreno –y que luego cayó en manos de los talibanes– fue el resultado de una rendición logística inevitable o de decisiones estratégicas mal concebidas? Y de nuevo: ¿existían planes alternativos verdaderamente viables en los meses previos a la toma de Kabul?
La revisión deseada por la nueva dirección del Pentágono se mueve en una línea delgada: por un lado, la legítima necesidad de verdad y justicia para los caídos y para la institución militar; Por otra parte, existe el riesgo de que la revisión se convierta en una palanca de propaganda en una temporada política marcada por tensiones y ajuste de cuentas.
Una cosa es cierta: Afganistán sigue cuestionando a Estados Unidos. No sólo por la forma en que terminó su guerra más larga, sino por lo que ese final dice –todavía hoy– sobre la relación entre poder político y mando militar, entre estrategia y realidad, entre deber y responsabilidad.