Michela Fontana: Matteo Ricci, un jesuita en la corte Ming

naEd. Oscar World History pagg. 362 Acabo de terminar de leer un espléndido ensayo, la biografía del jesuita Matteo Ricci (1552 - 1610), publicada por Mondadori, magistralmente escrita por la periodista científica Michela Fontana, a quien inmediatamente dirijo mis felicitaciones.

El libro cuenta la historia de un hombre que, gracias a su talento, logró alcanzar el corazón del reino de China y los sabios chinos.

Matteo Ricci entró en la Compañía de Jesús, donde se dedicó a los estudios planificados, la retórica, la filosofía y la teología en el Colegio Romano.

Entre las disciplinas introducidas en los colegios jesuitas también hubo matemáticas, gracias al trabajo de un gran matemático que te enseñó: Christoph Klau (Clavius). El conocimiento fue para los jesuitas como arma para defender a la iglesia.

El autor dice: "Si las matemáticas eran la base de la ciencia, la astronomía era su reina", una gran verdad tanto en ese momento como ahora.

Así Ricci estudió matemáticas y la astronomía, aunque este último se basa en el conocimiento dell'Almagesto de Ptolomeo, la teoría heliocéntrica todavía no era lo suficientemente amplia y tendría sus problemas antes de que se vuelvan críticos.

La vida de Ricci se entrelaza con la de la Compañía y con los desarrollos científicos de la época, que se convirtieron en el objeto de la enseñanza del misionero a sus amigos y discípulos chinos.

La cultura china, de la que Confucio había sido el máximo representante, fue la palanca utilizada por Ricci para abrir las puertas del Imperio.

El conocimiento del idioma era fundamental y solo después de que nuestro jesuita tomara posesión de él, el éxito comenzó a llegar. Las tradiciones, el culto a los antiguos, el apego al ceremonial, el respeto por el estudio y la sabiduría hicieron que Matteo Ricci fuera bien aceptado y respetado como un hombre sabio conocido con el nombre de Li Madou, el sabio de Occidente.

Ricci fue un ejemplo de templanza, apertura, sabiduría, constancia.

Gran erudito y al mismo tiempo tiene una gran destreza, tradujo obras del latín al mandarín (entre ellos los Elementos de Euclides) y viceversa, creó mapas de todo el mundo, y los instrumentos de medición en ese momento desconocida en China.

Fue él quien después de siglos se dio cuenta de la correspondencia de los Catai de Marco Polo con China.

A su muerte, los jesuitas habían llegado al centro del poder del Imperio, Pekín ...

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Alessandro Rugolo