Estrellas del pasado (segunda parte): el arte de arreglárselas

(Para Gianluca Celentano)
09/10/23

Con los ojos de los veinteañeros, las cosas se entienden de otra manera: algunas dan miedo, otras nos hacen creer que somos inmortales, otras parecen inimaginables. El crecimiento que ofrece una fuerza armada aumenta la confianza en uno mismo al hacernos considerar nuestro potencial; en realidad, consigue no hacerte comprender que, detrás de ti, siempre hay una organización dispuesta a apoyarte.

El Mariscal continúa...

El departamento y los ejercicios.

A la mañana siguiente, en el dormitorio, en nuestras literas, al sonar la alarma nadie se levanta de la cama. Yo y mi compañero de clase c.Los miramos confundidos: no sabemos cómo comportarnos.

Después de unos 15 minutos entra un sargento a dar la alarma... cuando sale por la puerta alguien le tira una bota anfibia que golpea la puerta, se da vuelta, pregunta quién lo hizo y nadie habla. Después de tres minutos, todos regresan a sus catres y continúan durmiendo. Mi amigo y yo volvemos a mirarnos perdidos, el consternamiento es máximo.

Tenemos que partir para un ejercicio en Friuli: el primero en el departamento de operaciones...

Tres días antes de la salida reviso la lista con los nombres de los participantes en el tablón de anuncios que cuelga frente a la oficina del intendente y me encuentro como el ingeniero jefe de un ACM-52 con 13/14 soldados a bordo.

El lugar de destino es “Santa Margherita” en la provincia de Udine. El camino que tenemos que tomar para llegar a este lugar es una carretera estatal.

Recuerdo que la mañana de la salida hay una confusión increíble en el patio del cuartel, los más ocupados son los mecánicos que, con baterías montadas en un carro (al que llaman "la puta del batallón"), dan vueltas continuamente entre los vehículos: Muchos de estos tienen baterías agotadas y no arrancan.

En el pequeño patio entre la oscuridad, la niebla y el humo de los escapes de los vehículos no se ve nada y apenas se puede respirar debido al exceso de humo. Todos los hombres están ocupados, todos se mueven rápidamente. ¡Siento que voy a la guerra!

En cuanto se van, los más indisciplinados inmediatamente se hacen notar y no oculto que me siento intimidado por ellos, también porque todavía no conozco a nadie. En ese momento, los estudiantes de suboficiales no éramos queridos por nadie debido a nuestras carreras. Nos llaman "rotulistas". Los observo atentamente y, a partir de su comportamiento, intento comprender a los personajes. Me prometo devolverles la llamada sólo en caso de comportamiento exagerado.

Después de unas horas de viaje nos cansamos y algunos se ponen a dormir. Siempre hay alguien durmiendo por turno. El viaje dura unas buenas 12 horas y va bastante bien. Llegamos cansados ​​y con frío a Santa Margherita sobre las 18,30 horas y, una vez bajamos de los vehículos, nos encontramos frente a una gran finca.

El comandante de la compañía nos muestra el lugar y empieza a hablar. Habla despacio y yo, que estoy al fondo del cuadro, no entiendo lo que dice. De repente todos empiezan a llevar algo en la mochila... Veo que tienen el colchón de paja en las manos.

Cuando hay el "romper filas" todos empiezan a correr en dirección a la granja, empujándose unos a otros para entrar primero, no entiendo el motivo de la prisa. Luchan por conseguir las hojas de maíz que están amontonadas; las hojas se utilizan para rellenar el colchón de paja que se utilizará como colchón. Cuando llegue quedan muy pocas hojas, mi colchón de paja será el más vacío de todos.

Al día siguiente empezamos a hacer conexiones con los enlaces de radio. Es la primera vez para mí y observo atentamente todo lo que hace el sargento mayor, el oficial de enlace. Esos equipos son restos del ejército estadounidense y no son fáciles de ajustar. El sargento mayor tendrá que trabajar duro para tener señal suficiente para establecer el enlace de radio. Para que estos radioenlaces funcionen se requiere experiencia y habilidad manual: funcionan con válvulas y se utilizan cuarzos para generar la frecuencia de trabajo, luego comienza la calibración con el destornillador, lo cual no es nada fácil.

Estamos empezando a instalarnos

La primera noche trabajo en el turno de noche. Tengo que ser sincero: estoy un poco preocupado porque no tengo experiencia y no sé si podré solucionar algún problema con las conexiones.

Hacia medianoche, me llama mi corresponsal que gestiona el repetidor y me dice que escucha muchos crujidos en su receptor. Pongo el transmisor a alta potencia y la conexión mejora. Cuando me dice que oye bien, reconozco la voz de mi corresponsal: es un amigo de clase que estuvo destinado en el batallón de transmisión del V Cuerpo de Ejército y su corresponsal del otro enlace también es compañero de clase.

Hablamos toda la noche, me dicen que ni siquiera ellos en el departamento asignado no entienden cómo deben comportarse. Nos damos cuenta de que todos estamos en la misma situación. Nos hacemos compañía unos a otros.

A la mañana siguiente, en el cambio de turno, veo soldados caminando en nuestra dirección, todos de color azul. Le pregunto a un sargento el motivo del color azul. Me dice que son los "teletipos" que salen de turno y están sucios porque los rollos de teletipo, entre una hoja y otra, tienen papel carbón para las copias...

(Continúa)

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