Juego de espías de Nápoles

(Para Gino Lanzara)
31/08/20

La Guerra Fría terminó (presumiblemente) con la caída del Muro de Berlín; lo que no está terminado es el juego de espionaje que se ha seguido perpetuando, aunque de diferentes formas. Los actores, nuevos, viejos o retornados a la escena después de más o menos largos períodos de ausencia de la escena, se han mantenido igual, dada la sustancial inmutabilidad de los intereses hegemónicos y políticos en los escenarios regionales y globales.

El arresto por espionaje a favor de Rusia de un alto oficial de la Armée, un teniente coronel que sirve en el Comando de la Fuerza Conjunta Aliada de la OTAN en Nápoles, más que una historia de espionaje, como ha sido ampliamente informado por numerosos periódicos generalistas, lleva a pensar en una serie de elementos dignos de mayor estudio.

El oficial, detenido por la contrainteligencia francesa (DGSI)1 al final del período de vacaciones, mientras tanto, fue trasladado a la prisión parisina de Santè para un ataque a la seguridad, ya que se sospechaba que había proporcionado el GRU2 Documentos rusos de secreto de alto rango. La detención, informada por Radio Europa1, una emisora ​​de radio generalista con sede en París y propiedad del Grupo Lagardère, fue confirmada por la ministra de las Fuerzas Armadas, Florence Parly. Europe1 se vio obligada a comunicar un dato que probablemente ya conocía a la contraparte, cuidando también de subrayar públicamente que se trataba de una operación que ya estaba en marcha desde hacía varios días.

El oficial arrestado tiene 50 años, padre de 5 hijos, es de ascendencia rusa, habla ruso con fluidez y, al haber sido notado junto con un agente de inteligencia de Moscú, habría despertado la necesidad de profundizar en sus informes.

La historia, como se mencionó, plantea varias preguntas, mientras tanto, conectadas con lo que aparentemente parece ser una imprudencia verdaderamente marciana (haberse hecho notar con compañías peligrosas). Queriendo tomar como paradigma los hechos de la Guerra Fría, queda la duda de cuál pudo haber sido la moneda de cambio, en un período en el que es difícil reconocer inspiraciones ideológicas particulares a la Kim Philby.

Obviamente, el caso es un evento de rara vergüenza para el Elíseo, dado el gran número de soldados franceses que sirven en la base de la OTAN en Nápoles, una base de particular importancia dentro de la Alianza Atlántica junto con las Operaciones del Mando Aliado de Brunssum, un elemento lo que llevó a Francia a tomar la iniciativa, de acuerdo con el art. 40 de su Código Procesal Penal, que obliga a toda autoridad pública a denunciar un delito o infracción de la que tenga conocimiento y que ha permitido una detención más que adecuada en la administración penitenciaria nacional.

Para Francia, el caso del oficial de la Armée (¿sirviendo imprudentemente en la OTAN dados sus orígenes?) Se suma a la otra polémica que, recientemente, vio agentes dobles para China dentro de la DGSE en el estrado ( inteligencia externa), dos viejos espías retirados, sin embargo condenados a 12 y 8 años de prisión por intercambiar información con el enemigo y alta traición.

A la espera de la evolución de una historia que promete ser muy interesante, no podemos dejar de recordar la importancia de la actividad de inteligencia rusa conocida en Occidente en los últimos años, empezando por el caso del polonio de Litvinenko, para llegar al caso de Skripal. En resumen, para el almirante Burke (foto de apertura), recién llegado de su nombramiento al mando del JFC, el primer “grano” real.

1 Dirección General de la Sécurité intérieure

2 Servicio de Inteligencia de la Federación de Rusia bajo el mando del Estado Mayor

Foto: Comando de la Fuerza Conjunta Aliada