Convergencias libias paralelas

(Para Gino Lanzara)
13/12/21

Los acontecimientos libios transcurren muy rápido; los actores, aunque desempeñan papeles sin precedentes en la política de la antigua colonia italiana, de hecho están trayendo a escena estereotipos que pertenecen a guiones que hacen de la objetividad realista el paradigma dominante. El idealismo y la institucionalidad en este momento, como en muchos otros momentos pasados ​​y probablemente futuros, no encuentran ninguna realización más allá de las costas italianas: los equipos de unidad nacional unen mucho más que un brazo de mar.

El posible regreso político de un Gaddafi capaz de catalizar la atención y los intereses de un pueblo agotado por años de guerra civil directa, sugiere que las alternativas propuestas al decadente gobierno de la Jamayriha paterna no fueron tan seductoras. Evidentemente, es necesario no perder nunca de vista la brújula del curso geopolítico que, para cada aspirante libio a la presidencia, se refiere inevitablemente a un patrón más o menos omnipresente (Anatolia docet, especialmente en lo que respecta a la diosincrasia de las urnas); Saif al Islam no es una excepción, aunque por el momento solo puede medirse con los deseos externos y los tribunales.

Al otro lado de la valla, el militar Haftar y el empresario Dabaiba luchan por preservar un poder que, aunque los desgasta, ciertamente no están dispuestos a perder. El miedo es, por tanto, el de tener que cederle el cetro a un personaje que, del pasado, es cada vez más engorroso en el presente.

Los últimos acontecimientos de estos días proponen, por tanto, soluciones que remiten, tomando por ejemplo la vida política italiana, a las prescripciones de la Manual Cencelli, aquí para ser rechazado en versiones anglosajonas y americanas.

Para evitar que el inmanejable forastero Saif sea un problemaPor tanto, la mejor solución parece consistir en aquellas que, hasta hace unas semanas, se enmarcaban en la teoría política de las convergencias paralelas de la memoria scudocrociata: a 'alianza política entre el mariscal de campo Haftar y el presidente Dabaiba, indultado por la justicia libia que le permitió volver a la carrera electoral arrasando con las promesas de hace unos meses. A esto hay que agregar el enlace entre las dos almas militares del país, básicamente ya no tan distante.

Si para un Rey la Corona ha pedido el modesto coste de una misa, en Libia el poder puede tener el precio de una prórroga indefinida de la vuelta electoral, de un encuentro entre mayorías en uniforme, de un ministerio de defensa, de un gabinete de presidencia, de un estado de emergencia por el que los mismos gobernantes están dispuestos a jurar pendiente del inevitable lado diplomático de los poderes directamente interesados ​​en sus proyecciones de poder y más que dispuestos a apoyar económicamente, como los EAU, a un presidente más que pretende cubrir los abismos financieros creados a lo largo de los años por su principal antagonista en uniforme.

Lo que la política no hace en Navidad ...