Diario sirio. Cap.2: Damasco renace, al borde de la guerra

(Para Andrea Cucco, Giampiero Venturi)
04/02/16

Damasco es una ciudad como mínimo. Llegar allí es un efecto extraño, especialmente si no es la primera vez: poco tráfico y demasiadas luces apagadas por la noche. Para quienes viven allí o ya han estado allí durante los últimos cuatro años, es diferente. En realidad, la ciudad está floreciendo. La gente está empezando a regresar a los restaurantes, las calles están llenas, algunas flores salen de los escombros y astillas de la pared.

Hasta hace poco, los Kalashnikov militares eran la regla en los puestos de control militar. En todas partes, la ostentación de las armas se volvía engorrosa, obsesiva. Renunciando a sí misma, Damasco olía a plomo y a polvo pesado.

Hoy, incluso sin bajar la guardia, la impresión general es un gran deseo de normalidad. La seguridad pasa de los cañones de armas bajas, de unas pocas sonrisas más, de una mayor disponibilidad de soldados y hombres de seguridad. Si se trata de una política o un comportamiento vinculado a las buenas noticias provenientes del frente, no se conoce. Los hombres sentados en los cafés menos apresurados de ayer lo demuestran: Damasco lanza signos de un regreso a la vida, lento pero progresivo.  

Desde el ataque a la mezquita de Sayyida Zeinab hace tres días hasta el eco de las detonaciones nos hemos acostumbrado. Al fondo de cada día hay rugidos y el regreso de explosiones en la distancia. No está claro si son bombas, granadas de cohetes o cañonazos. Es una letanía interminable, pesada y discreta a la vez. La guerra está ahí pero no puedes verla. Lleva su carga de angustia con discreción, entrelazada con esa normalidad que se necesita desesperadamente.

Sin embargo, a pesar de los horrores, Damasco conserva todo su encanto: entre los encajes arquitectónicos de la ciudad vieja y los colores de los puestos de especias, en las calles antiguas y estrechas del centro casi olvidas que a pocos kilómetros de aquí todavía hay infierno. Un infierno que ha durado demasiados años y que esta gente no se merece.

Mañana nos acercaremos a los lugares donde disparamos, donde luchamos, donde ganamos o morimos.

(foto: Andrea Cucco)